La crisis en el Hospital Simón Bolívar de Cajamarca, el segundo más importante de la red regional, se agrava día a día y genera indignación entre pacientes, familiares y trabajadores de la salud.
“Nos hablan de cambios, pero lo único que cambia es la paciencia de la gente, que ya se agotó”, reclama un familiar en la cola de emergencias. Y las escenas lo confirman: largas filas, pacientes de pie por falta de camas, familias deambulando sin respuestas y un servicio de emergencias que raya en lo inhumano.
Ni la reciente designación del doctor Iván Oblitas como gerente de la Red de Salud Cajamarca ha traído mejoras. Consultorios externos saturados, triaje desbordado y emergencias sin capacidad de respuesta marcan la rutina de un hospital que, según denuncian los ciudadanos, “ya no parece un centro de salud, sino una sala de espera improvisada”.
A la falta de medicamentos y al déficit de personal se suma un señalamiento grave: la propia directora del hospital, pese a ser asistencial, se negaría de manera sistemática a atender pacientes. Una omisión que genera rechazo entre usuarios y profesionales.
El malestar alcanza también al área de Recursos Humanos. Trabajadores denuncian favoritismos, permisos otorgados solo a algunos y encubrimiento de casos de personal que habría llegado incluso en estado de ebriedad sin recibir sanciones. “Aquí depende de a quién conoces, no de cómo trabajas”, afirmó un empleado bajo reserva.
Ante esta situación, gremios de trabajadores de la salud anunciaron un plantón en los próximos días para exigir cambios urgentes. “No solo sufren los pacientes, también el personal que trabaja en condiciones indignas. Ya basta”, advirtieron.
La pregunta que se repite entre la población es directa: ¿hasta cuándo se va a normalizar el maltrato y la indiferencia en el sistema de salud cajamarquino? La ciudadanía ya no quiere discursos: exige respuestas concretas y atención digna.