
Cuando creías que ya habías visto suficientes funcionarios inútiles… aparece Karina Velázquez a recordarte que siempre se puede caer más bajo.
Hoy me tocó vivir un episodio que, en cualquier institución seria, sería motivo de vergüenza ajena, renuncia inmediata y quizá hasta terapia grupal. Pero no, esto pasó en la Dirección Regional de Salud Cajamarca, donde la incompetencia no solo no incomoda, sino que al parecer es parte del reglamento interno. Realicé una consulta formal y respetuosa sobre un convenio con el Banco Pichincha, porque uno todavía cree en eso de los derechos ciudadanos, y la respuesta de la flamante directora ejecutiva de Economía, Karina Fiorela Vásquez Gavidia, fue de antología. Me pidió que no le escriba y luego me bloqueó. Así, sin más, como si estuviera gestionando su cuenta de Instagram y no ocupando un cargo público.
Y ahí fue cuando comprendí. En DIRESA ahora bloquear ciudadanos es el nuevo “resolver”. Si haces una pregunta incómoda, como por ejemplo, si están cumpliendo con sus funciones, te tratan como si fueras un virus en su sistema operativo emocional.
Lo más alarmante es que esta señora parece no haber entendido que su cargo no le pertenece, que no está ahí por designio divino ni por herencia familiar. Aunque claro, cuando uno se mueve por pasillos del GoRe o compartió carpeta con Roger, y tiene los contactos y tal vez no los méritos, acaba creyéndose dueña del cortijo. Al parecer, colgar un diploma y tener el número de un par de peces gordos en la agenda le da a algunos la errónea idea de que pueden tratar a todos como si fueran sus subordinados.
Y aquí viene lo que más me preocupa. Si así trata, con desprecio y soberbia, a alguien que trabaja en el sector desde 2014, que conoce los procedimientos y habla con propiedad, no quiero imaginar cómo trata al campesino que llega desde las alturas, después de caminar horas, con la esperanza ingenua de encontrar respuestas. O al usuario común que se atreve, con toda su inocencia, a hacerle una consulta. Me los imagino recibiendo la misma indiferencia, pero sin el consuelo del sarcasmo que a uno todavía le queda para defenderse. En esas oficinas, la empatía parece estar tan desaparecida como los manuales de ética.
Le recordé a la señora Vásquez, porque alguien tenía que hacerlo, que el Manual de Organización y Funciones (MOF) establece claramente sus responsabilidades. Y no, no incluyen “bloquear al ciudadano que pregunta”, aunque ella insista en actuar como influencer con ansiedad digital. De hecho, viendo el nivel de desconocimiento funcional, sería pertinente que vuelva a pasar por la universidad. No para sacar otro diploma de cartón, sino para llevar cursos como Introducción a la Humildad o Taller de No Soy el Centro del Universo 1 y 2.
Y si esto le incomoda, que se prepare, porque yo no me canso. Investigo y documento con memoria firme. Si no pudieron conmigo los operadores de cartón piedra de la gestión de Mesías Guevara, los que no sabían firmar sin asesoría, pero sí cómo posar para la foto, menos podrá una funcionaria que confunde liderazgo con altanería y poder con desprecio.
Por eso, señor gobernador Roger Guevara. Si de verdad quiere salvar su gestión del mismo abismo al que cayeron las anteriores, empiece a barrer donde más huele. Porque rodearse de funcionarias como Karina Vásquez, que creen que tener una selfie con usted equivale a tener carta blanca para pisotear a todos, es cavar su propia tumba política con pala de plata y moño rojo.
Cajamarca ya está harta de funcionarios que se creen virreyes con título técnico, de burócratas que se blindan con bloqueos y se ofenden cuando les piden que hagan su trabajo. Y de autoridades que no distinguen entre una entidad pública y un club exclusivo donde los ciudadanos molestan.
O se limpia la casa, o la casa los sepulta. Y no será el pueblo el que tenga que pedir disculpas.
Fuente: Martín Peregrino







