¿Democracia o resultados? Una reflexión entre Perú y China

Internacionales

¿Democracia o resultados? Una reflexión entre Perú y China

Email :76

En los debates actuales, es común escuchar frases como “China es una dictadura feroz” o “prefiero vivir mil veces en una democracia como la nuestra antes que bajo un régimen autoritario”. Este tipo de afirmaciones, aunque legítimas desde la experiencia personal, muchas veces ignoran una pregunta clave: ¿Qué significa realmente un buen gobierno?

China es, sin duda, un país gobernado por un solo partido, con fuertes restricciones a ciertas libertades políticas y un control estatal visible. No hay elecciones multipartidistas ni acceso libre a plataformas como YouTube o WhatsApp. Sin embargo, enfocarse únicamente en estos aspectos —como si fueran el único parámetro de calidad democrática— puede nublar el análisis de fondo.

Porque mientras criticamos el modelo chino, vale la pena mirar sus resultados: China sacó a más de 800 millones de personas de la pobreza en cuatro décadas. Erradicó la pobreza extrema en 2020, según estándares internacionales. Ha construido una red ferroviaria de alta velocidad sin comparación en el mundo, garantizado cobertura médica básica para más del 95% de su población, y mantiene tasas de criminalidad urbana sorprendentemente bajas en comparación con muchas democracias latinoamericanas.

Y ahora miremos Perú: vivimos en una democracia formal, con elecciones, partidos, prensa libre y libertad de expresión. Pero también vivimos en un país donde se cambian presidentes como si fueran los vigilantes, donde la mayoría parlamentaria puede no entender ni respetar la Constitución, y donde millones de personas siguen atrapadas en la pobreza estructural sin acceso a servicios básicos ni oportunidades reales. ¿Es eso lo que llamamos una “democracia sana”?

El voto de la mayoría es esencial, sí, pero solo cuando va acompañado de educación, responsabilidad cívica y visión de futuro. De lo contrario, como decía Tocqueville, la tiranía de la mayoría puede ser tan peligrosa como cualquier dictadura.

No se trata de idealizar a China ni de ignorar sus sombras. Pero tampoco deberíamos idolatrar un sistema político solo por sus apariencias. La pobreza no es una forma de dignidad, y la libertad de expresión no llena el estómago ni garantiza futuro. Si una democracia no genera desarrollo, equidad ni estabilidad, tal vez lo que tenemos es una democracia en crisis, no un modelo a defender con fe ciega.

Quizá, en vez de preguntarnos si China es una dictadura, deberíamos preguntarnos por qué, después de décadas de democracia, países como el nuestro siguen sin ofrecerle a la mayoría una vida con dignidad, seguridad y esperanza.

Fuente: Punto de Encuentro

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Publicaciones relacionadas