“Depredador: Tierras salvajes” cambia las reglas del juego de la franquicia y nos deja una cinta de ciencia ficción ambiciosa

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“Depredador: Tierras salvajes” cambia las reglas del juego de la franquicia y nos deja una cinta de ciencia ficción ambiciosa

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En la nueva entrega dirigida por Dan Trachtenberg, el Depredador deja de ser el monstruo para convertirse en el héroe de una aventura de ciencia ficción, acción y autodescubrimiento que amplía el universo de la saga. Esta es nuestra reseña.

Con “Depredador: Tierras salvajes”, el director Dan Trachtenberg vuelve a explorar la mítica saga del cazador extraterrestre, pero esta vez con una visión completamente distinta. Lejos de repetir las fórmulas de “Prey” o del clásico de los ochenta, esta nueva entrega se atreve a mirar desde otro ángulo: el del propio depredador. El resultado es una película de ciencia ficción ambiciosa, cargada de acción y con un sorprendente sentido del corazón que busca reescribir el legado de la franquicia.

En Saltar Intro de El Comercio vimos la nueva película de la saga y aquí te damos nuestra opinión.

La historia de “Tierras salvajes”
La historia se sitúa en un planeta remoto y hostil. Allí, Dek (un joven Depredador) exiliado de su clan por haber roto el código de caza) debe sobrevivir en un territorio donde incluso los suyos lo consideran una presa. Su destino cambia cuando conoce a Thia, una sintética con apariencia humana, creada para servir como herramienta militar. Lo que inicia como una rivalidad se transforma poco a poco en una alianza inesperada entre dos seres condenados al aislamiento. Juntos, deberán enfrentarse a un enemigo superior, una criatura que amenaza con destruir tanto a los Yautja como a los humanos del sistema.

Esta premisa, que mezcla supervivencia, redención y aventura, es el corazón de “Depredador: Tierras salvajes”. La relación entre Dek y Thia funciona como el motor emocional de la película. Su dinámica no solo aporta humanidad, sino también humor y ternura en medio de la violencia. Es una combinación poco habitual dentro de la saga, que hasta ahora había preferido el silencio, la brutalidad y la tensión pura.

Los protagonistas de la historia de “Depredador: Tierras salvajes”. (Foto: Disney)
Un nuevo enfoque para una franquicia legendaria
Lo primero que salta a la vista es el cambio de perspectiva. Por primera vez, el protagonista de la historia no es un soldado humano ni una víctima que lucha por sobrevivir, sino el mismo cazador alienígena. La cinta nos introduce en la cultura Yautja, en sus ritos de combate, sus jerarquías y la noción de honor que rige sus decisiones. Ver al Depredador desde dentro, conocer su idioma y sus dilemas, otorga profundidad a una criatura que antes era solo un símbolo de muerte.

Dan Trachtenberg maneja con inteligencia este giro. Desde el inicio, se percibe su intención de expandir el universo sin traicionar su esencia. Su puesta en escena mantiene la tensión característica, pero le añade un ritmo más ágil, casi épico. Hay grandes batallas, persecuciones aéreas y combates cuerpo a cuerpo filmados con precisión. Todo respira un aire de reinvención, de energía fresca.

El diseño visual refuerza esa sensación de renovación. Los escenarios desérticos del planeta recuerdan a los paisajes salvajes del oeste estadounidense, de ahí el título “Tierras salvajes”. Es un entorno que combina la rudeza natural con tecnología alienígena. El resultado es un híbrido visual potente, donde la naturaleza y lo futurista conviven en equilibrio.

Una dupla inesperada
La película encuentra su fuerza en la relación entre Dek y Thia. Elle Fanning, como la sintética, aporta una mezcla de vulnerabilidad y determinación que equilibra el estoicismo del Depredador. Por su parte, Dimitrius Schuster-Koloamatangi logra transmitir una sorprendente gama de emociones incluso bajo el pesado maquillaje y la armadura del cazador.

Juntos conforman una pareja atípica, pero tremendamente efectiva. Sus diálogos (escasos pero cargados de intención) revelan que ambos personajes buscan lo mismo: un propósito. Él quiere recuperar su honor; ella, entender su propia existencia más allá de las órdenes que le impusieron. La unión de ambos se siente natural y necesaria.

En muchos momentos, “Badlands” se transforma casi en una odisea divertida e intergaláctica. Hay humor, complicidad y una evolución emocional que humaniza a sus protagonistas. Este enfoque puede sorprender a los seguidores más puristas, pero es precisamente lo que da identidad a la película.

Acción sin freno y una escala más ambiciosa
Si algo caracteriza a “Depredador: Tierras salvajes”, es su espectacularidad. La acción es constante, pero nunca gratuita. Las secuencias de combate están filmadas con una claridad admirable: los enfrentamientos cuerpo a cuerpo son intensos, casi coreográficos, y la cámara de Trachtenberg evita el caos gratuito. Cada golpe, cada disparo de plasma, se siente contundente.

El apartado técnico también sobresale. La película combina efectos prácticos con CGI de alta calidad, logrando un equilibrio que mantiene la textura física del Predator clásico pero con un acabado moderno. Las criaturas que habitan el planeta (desde depredadores nativos hasta máquinas descontroladas) son un despliegue de creatividad visual.

La banda sonora, compuesta por Bear McCreary, mezcla percusión tribal con sintetizadores, evocando tanto la herencia ochentera como la modernidad del nuevo enfoque. La música refuerza la sensación de aventura y eleva los momentos de tensión, sin recurrir a clichés.


Las decisiones que dividen
Pese a los elogios que ha recibido por su innovación, “Depredador: Tierras salvajes” no está exenta de controversias. La principal es su clasificación PG-13, un hecho inédito en la saga. Esto significa que el nivel de violencia gráfica es más moderado que en entregas anteriores. Si bien la acción sigue siendo brutal, se percibe un tono más contenido. Algunos espectadores pueden sentir que el filme renuncia a parte de su ferocidad característica.

Otra decisión arriesgada es el cambio de tono general. Trachtenberg apuesta por un equilibrio entre épica y emoción, alejándose del terror y la tensión claustrofóbica de los originales. Esto convierte a “Badlands” en una película más accesible, incluso más “familiar”, pero menos intimidante. Para algunos fanáticos, esto puede interpretarse como una pérdida de identidad; para otros, como una evolución necesaria.

También hay ciertos momentos en los que el guion se siente más ambicioso que cohesivo. La historia abre muchas puertas —desde la mitología Yautja hasta las implicaciones filosóficas de la inteligencia artificial—, pero no todas se exploran a fondo. Sin embargo, la energía y el carisma de sus protagonistas logran compensar estas pequeñas irregularidades.

Un futuro prometedor para la saga
Más allá de las divisiones, “Depredador: Tierras salvajes” logra algo que pocas franquicias con más de tres décadas de historia consiguen: mantenerse viva. La cinta expande el universo de los Yautja, ofrece personajes nuevos y aporta una perspectiva emocional que podría marcar un nuevo rumbo para futuras entregas.

Trachtenberg demuestra que no basta con repetir el pasado; hay que reinterpretarlo. Su dirección respeta la mitología del cazador, pero le da espacio a la empatía, la exploración moral y la conexión entre especies. Es una película que entiende el ADN de Depredador, pero que se atreve a evolucionarlo.

En ese sentido, “Badlands” se siente como una obra de transición. No pretende ser la más sangrienta ni la más aterradora, sino la más introspectiva. Muestra que incluso un cazador puede tener dudas, miedos y una necesidad de redención.

En conclusión
“Depredador: Tierras salvajes” no solo revitaliza la saga, sino que redefine lo que puede ser una historia del universo Predator. Es una mezcla de acción, emoción y mitología que demuestra que todavía hay territorios por explorar. Puede que no satisfaga a todos los puristas, pero abre una puerta interesante para el futuro: un Depredador más humano, más complejo y más cinematográfico.

A nivel narrativo, destaca por su historia sólida y por ofrecer una aventura con corazón. A nivel visual, deslumbra. Y aunque su cambio de tono pueda dividir a los fanáticos, nadie puede negar que es una propuesta fresca dentro del cine de ciencia ficción.

En definitiva, “Depredador: Tierras salvajes” es un recordatorio de que incluso las sagas más feroces pueden evolucionar sin perder su esencia. Una película que, más que cazar, busca comprender.

La película se estrena en cines de Perú el 6 de noviembre.

Fuente: Diario El Comercio.

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