
Por Jaime Abanto Padilla
Ayer llegaron a Cajamarca los congresistas en su semana de representación a buscar incautos a quienes engañar con la peregrina idea de que volverán a votar por ellos y que seguirán viviendo a expensas de los peruanos.
Hoy lo hizo César Vásquez, ministro de Salud, con idéntica intención y usando las arcas del Estado para realizar su campaña en su sueño de llegar al gobierno regional de Cajamarca. La estrategia fue la misma de todo político que busca votos.
El mismo Vásquez posteó en sus redes sociales: “Un buen caldito de pata de res, con sus tortas frescas y ají molido en batán para recargar energías… El caldito alimenta nuestro cuerpo, y los brazos nuestra alma”, escribió emocionado.
El pretexto de su presencia en Cajamarca, añade, ir a Bambamarca a inaugurar el hospital de contingencia que aparentemente será con el único hospital que se quedará finalmente la tierra de los qoremarcas, pues queda un año para que Dina Boluarte y sus felpudos ministros se vayan y la empresa ejecutora del hospital de Bambamarca hasta hoy no ha cumplido con el pago a sus proveedores, menos cumplirá con la ejecución de la millonaria obra.
Pero en la política como en el amor todo vale. El ministro se da baños de popularidad tomando caldos en lugares públicos y atiborrados de gente. Seguramente que también pedirá que lo llamen por su apodo, por ese con el que todos lo conocían en Chota: “El chato de la DISA”, aunque ahora mejor le iría: “El felpudo de la dictadora”.
La campaña con miras a las próximas elecciones ha empezado. Hoy todos los candidatos cargan niños, se toman selfies con la población, comen en los mercados, se ponen poncho y sombrero, bailan huayno, ofrecen el oro y el moro y tienen un súbito y telúrico amor por el pueblo del que esperan vote por ellos una vez más y les permita seguir viviendo en ese país de las maravillas en el que solo ellos viven.







