En el fusilado que no murió

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En el fusilado que no murió

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Venceslao Moguel tenía 25 años cuando fue capturado el 18 de marzo de 1915, acusado de apoyar a los revolucionarios durante la Revolución Mexicana. No tuvo juicio. Solo una condena: la muerte.

Frente al pelotón, recibió ocho disparos. Su cuerpo cayó junto al de sus compañeros ejecutados. Entonces, como mandaba el protocolo, el oficial se acercó… y le disparó directamente en la nuca. El “tiro de gracia”.

Pero Moguel no murió.

Horas más tarde, aún con vida, logró lo impensable: se arrastró, herido y sangrando, tres cuadras hasta la Iglesia de Santiago Apóstol. Allí, un feligrés lo encontró, lo llevó a su casa y lo cuidó en secreto hasta que sanó.

Ninguno de los nueve disparos tocó sus órganos vitales. Y su voluntad de vivir fue más fuerte que la sentencia de muerte.

Venceslao Moguel pasaría a la historia como El Fusilado. No por haber caído… sino por haberse levantado.

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